A los
pocos días del acontecimiento un par de miembros de la guardia montada del
canada que iban camino al lago Anjikuni se detuvieron en la casa de Laurent en busca
de abrigo.
Uno
de ellos explicó que en el lago había “algo así como un problema”. Laurent les
menciono el extraño avistamiento. El policia preguntó al confundido Laurent si
la luz que había visto se dirigía hacia el lago y éste le respondió
afirmativamente,El agente movió la cabeza sin mencionar mas nada, en los siguientes
años los Laurent no volvieron a ser interrogados.
Otro
cazador, llamado Joe Labelle, marchaba con sus raquetas de nieve hacia el
pueblo junto al lago Anjikuni, se sintió invadido por una rara sensacion de temor.
Aquel era normalmente un ruidoso asentamiento de mil doscientas personas, Joe esperaba
que los perros de los trineos le ladraran para darle su habitual recibimiento.
Pero las chozas rodeadas por la nieve estaban recluidas en el mas absoluto silencio,
y no salía huno de ninguna chimenea.
Al
pasar por el borde del lago Anjikuni, el cazador vio que las embarcaciones y
los kayaks se hallaban amarrados a la orilla.
Se dirigió
al poblado y fue de puerta en puerta pero solo encontró una soledad misteriosa.
Aún estaban apoyados en las puertas los apreciados rifles de los hombres.
Ningún cazador Inuit que se aprecie de serlo dejaría su fusil en la casa.
Dentro
de las cabañas, las ollas de guisado de caribu estaban llenas de moho sobre el
fuego apagado hacía mucho tiempo. Sobre un camastro había un anorak remendado a
medias junto a dos agujas de hueso.
Pero
Labelle no encontró cuerpos, ni vivos ni muertos, ni menos aún señales de
violencia.Segun lo que vio saco en conclusión de que en un dia común cerca de
la hora del almuerzo algo extraño ocurrió por lo que todas las actividades
diarias se interrumpieron abruptamente,todo parecían haberse detenido de golpe.
Joe
Labelle fue a la agencia de telégrafos y transmitió su informe al cuartel
general de la Real Policía Montada de Canadá. Todos los oficiales disponibles fueron dirigidos a la zona de Anjikuni.
Al
cabo de unas pocas horas de busca, los policías montados dieron con los perros
de los trineos. Estaban atados a los árboles a muy poca distancia del pueblo y
sus cuerpos se hallaban bajo una a capa de nieve.Habían muerto de hambre y de
frío.(existen versiones de que los perros habrían sido muertos intencionalmente)En
lo que afuera el cementerio de Anjikuni, se hizo otro hallazgo inquietante. Las
tumbas habían sido profanadas y alguien o algo se había llevado los cadáveres.
Con el
paso del tiempo, la busqueda cubríria todo Canadá y continuaría durante bastante tiempo después
pero luego de tantos años, el caso sigue sin solución.
Actualmente
la RCMP (Royal Canadian Mounted Police, Real Policía Montada del Canadá) niega todo
sobre la historia sobre la desaparicion, niega que un pueblo con una población
tan grande hubiese podido encontrarse en un lugar tan alejado de los
territorios del noroeste.
Pero
lo extraño es que existe una carta enviada en aquel momento por el mismo cuerpo de Policia montada al periódico
“The Toronto Daily Star” , confirmando la historia del cazador.
exelente muy buena publicacion
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